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La zona lumbar acapara el 70% de los dolores de espalda

Javier Aguado • 3 de junio de 2021

Vera Espino García: «La zona lumbar acapara el 70% de los dolores de espalda»

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Ilustración del procedimiento quirúrgico para corregir una hernia lumbar
Por Vera Espino García 18 de febrero de 2022
 ¿Debo operarme la hernia lumbar? La hernia lumbar es una condición que afecta a muchas personas y puede causar un dolor significativo y limitaciones en la movilidad. Decidir si someterse a una cirugía para tratar una hernia lumbar es una decisión importante que debe tomarse con cuidado y en consulta con un especialista. A continuación, exploraremos los factores clave que pueden influir en esta decisión. ¿Qué es una hernia lumbar? Una hernia lumbar ocurre cuando el núcleo pulposo de un disco intervertebral se desplaza y presiona los nervios circundantes. Esto puede causar dolor en la parte baja de la espalda, así como en las piernas, debido a la compresión del nervio ciático. Tratamientos no quirúrgicos Antes de considerar la cirugía, muchos pacientes encuentran alivio a través de tratamientos no quirúrgicos. Estos pueden incluir: Fisioterapia: Ejercicios específicos para fortalecer los músculos de la espalda y mejorar la flexibilidad. Medicamentos: Analgésicos y antiinflamatorios para reducir el dolor y la inflamación. Radiofrecuencia o rizolisis: Es una técnica intervencionista que se utiliza para tratar el dolor. Cambios en el estilo de vida: Mantener un peso saludable, practicar una buena postura y evitar actividades que exacerben el dolor1. ¿Cuándo considerar la cirugía? La cirugía puede ser necesaria si los tratamientos no quirúrgicos no proporcionan alivio suficiente o si los síntomas son severos. Algunos indicadores de que la cirugía puede ser la mejor opción incluyen: Dolor persistente: Si el dolor dura más de seis semanas y no mejora con otros tratamientos. Debilidad muscular: Pérdida de fuerza en las piernas o dificultad para caminar. Problemas neurológicos: Pérdida de control de la vejiga o el intestino, lo cual es una emergencia médica. Tipos de cirugía Existen varios tipos de cirugía para tratar una hernia lumbar, entre ellos: Microdiscectomía: Remoción de la parte herniada del disco para aliviar la presión sobre el nervio. Laminectomía: Remoción de una parte de la vértebra para ampliar el canal espinal y reducir la presión. Fusión espinal: Unión de dos o más vértebras para estabilizar la columna. Recuperación y resultados La recuperación de la cirugía de hernia lumbar varía según el tipo de procedimiento y la salud general del paciente. En general, los pacientes pueden esperar una mejora significativa en el dolor y la función después de la cirugía. Sin embargo, es importante seguir las recomendaciones del médico y participar en la rehabilitación postoperatoria para obtener los mejores resultados. Conclusión Decidir si operarse de una hernia lumbar es una decisión personal que debe tomarse en consulta con un especialista. Considera todos los factores, incluyendo la gravedad de los síntomas, la efectividad de los tratamientos no quirúrgicos y los posibles beneficios y riesgos de la cirugía. Con la información adecuada y el apoyo de tu médico, podrás tomar la mejor decisión para tu salud y bienestar.
Por Javier Aguado 17 de febrero de 2022
Hasta hace unos años, cuando un paciente tenía un dolor muscular o una lesión se recomendaba reposo relativo o absoluto como parte del tratamiento. Desde neurocirugiavalladolid sabemos que esto ha cambiado ya que el reposo absoluto puede llegar a ser contraproducente y hacer que la zona dañada o lesionada se atrofie, dificultando o alargando la recuperación del paciente. Precisamente en esta línea, se ha publicado un estudio en el que se evidencia que el ejercicio no sólo ayuda sino que es clave para mejorar la recuperación de pacientes con dolor lumbar, que es uno de los más frecuentes entre los españoles. Este estudio, publicado en la revista British Journal of Sports Medicine, ha contado con la participación de investigadores españoles y concluye que en los pacientes con dolor lumbar hacer ejercicio conlleva por sí mismo una reducción de más del 20% de la intensidad del dolor, una mejoría del 23% del grado de discapacidad y un 380% más de posibilidades de sentirse globalmente recuperado. Como informa a CuídatePlus Francisco Kovacs, de la Unidad de Espalda Kovacs del Hospital Universitario HLA-Moncloa, en Madrid, director de la Red Española de Investigadores en Dolencias de Espalda y uno de los autores, “se trata de estudio muy amplio en el que se han analizado datos de 3.514 pacientes”. En concreto, según resume el autor, “el riesgo de que el episodio de dolor lumbar dure más es mayor entre quienes tienen una musculatura deficiente y tienden a hacer reposo en caso de dolor en lugar de mantener el mayor grado de actividad física que el dolor permite”. Por eso es tan importante mantenerse activo con o sin lesión. Es más, “bastan 48 horas de reposo en cama para que se pierda tono muscular, lo que tiende a prolongar el episodio de dolor lumbar y a aumentar el riesgo de que repita”, advierte. Pero no sólo evidencia esto el estudio, sino que también concluye que “a igualdad de intensidad de dolor, el grado de discapacidad también es mayor entre quienes tienen una musculatura deficiente”. ¿Sirve para cualquier dolor lumbar? Aunque existen varios tipos de dolor lumbar, el más frecuente sigue siendo el denominado “inespecífico”. Éste se caracteriza por ser el que se origina en las partes blandas, como son los músculos, los tendones y los ligamentos y que se producen por el mal funcionamiento de la musculatura. Según los datos del estudio, es en este tipo de dolor donde más eficacia tiene el ejercicio, aunque “también se ha demostrado efectividad en la recuperación después de la cirugía (en los pocos casos en los que está indicada) y en el dolor debido a alteraciones estructurales de la columna vertebral, esencialmente en el que se produce por la compresión nerviosa por hernia discal”, aclara el experto. En cuanto al dolor lumbar crónico, según el experto, el ejercicio no sólo sería necesario sino que debería ser obligatorio. En estos casos, “si el dolor es intenso es probable que las primeras fases sea necesario aplicar algún tratamiento adicional para poder hacer el ejercicio sin dolor, pero el ejercicio resulta esencial a medio y largo plazo, incluso para contribuir a que la mejoría se mantenga”, determina Kovacs. Además, añade, “es la única medida que ha demostrado tener un efecto preventivo para este tipo de lesiones”. Sin embargo, es importante destacar que, lamentablemente, “el ejercicio carecería de efecto en el dolor relacionado con las enfermedades sistémicas, es decir, en el asociado a aquellas patologías no originadas en la propia columna vertebral pero que se anifiesta allí, como pueden ser las causadas por una infección, por cáncer, fibromialgia, afecciones metabólicas, reumáticas inflamatorias con un componente autoinmune o genéticas o dolores referidos causados por afecciones viscerales”, enumera. Lo esencial es hacer algo, no importa el qué Al igual que existen diferentes tipos de dolor, también existen distintos tipos de ejercicios o actividad físicas que se pueden realizar en cada caso, sin embargo, según explica Kovacs, cualquiera de ellos tiene efectos positivos si se mantienen en el tiempo. “Todos los estudios reflejan que es necesario hacer ejercicio durante cierto tiempo para que tenga el efecto deseado”. Por ello, teniendo en cuenta que no se han detectado diferencias entre los distintos tipos de ejercicio pero sí en su mantenimiento, lo aconsejable sería escoger aquél que encaje con las preferencias personales de cada paciente. En resumen: “Lo esencial es hacer algo de ejercicio, sea lo que sea y que guste para mantenerlo en el tiempo”, subraya el experto. Despejada esta duda sólo queda saber qué pauta de entrenamiento sería la mejor en cada caso. Según Kovacs, lo mejor es escoger “ejercicios supervisados” ya que éstos han sido los que han demostrado los mejores resultados frente a los que se practican sin una supervisión. Asimismo, es importante tener en cuenta que: Menos de una sesión semanal carece de efecto o tiene un efecto mínimo. “El efecto comienza a ser relevante y acumulativo a partir de dos sesiones semanales y, una vez que la musculatura está suficientemente entrenada, tres sesiones semanales suelen ser lo óptimo”. Especialmente cuando se exige al músculo que haga un esfuerzo suficientemente intenso como para agotarlo, “es necesario dejarle descansar como mínimo 24-36 horas antes de volver a exigírselo”. Por eso, aunque las sesiones de entrenamiento cardiovascular o no especialmente intenso pueden hacerse cada día, “las sesiones de entrenamiento intenso tienen que estar separadas por, como mínimo, un día de descanso”. Esto no significa que no se pueda hacer ejercicio intenso cada día, pero en ese caso, según apunta Kovacs, “convendría entrenar grupos musculares distintos a días alternos y mantener un día a la semana de descanso”. La duración de cada sesión de entrenamiento dependerá del tipo concreto de ejercicio que se haga así como del estado muscular y cardiovascular del paciente. ¿Y si duele? Los datos del estudio evidencian que el ejercicio mejora la evolución del dolor lumbar, pero ¿qué ocurre cuando duele tanto la zona que es imposible practicar cualquier ejercicio? Según Kovacs, “no tiene que doler”. De hecho, “conviene interrumpir y modificar todos aquellos ejercicios que desencadenan el dolor o incrementen su intensidad”. El problema de poner en marcha estos consejos aparece en las personas que nunca han hecho ejercicio ya que en estos casos “se puede confundir la sensación de agotamiento muscular o las agujetas del día siguiente con dolor”. Aquí hay que tener en cuenta que las agujetas, conceptualmente, “no obligan a cambiar nada en la pauta de entrenamiento, salvo en los casos de agravamiento del dolor clínicamente relevante donde sí sería recomendable cambiar la pauta de entrenamiento o de los grupos musculares en los que se focaliza”, afirma el experto. Sólo estará contraindicada la práctica deportiva “en aquellos casos en los que se desencadene o agrave sistemáticamente el dolor y especialmente si se trata de dolor irradiado a la pierna”. En estos casos, “es necesario aplicar primero los tratamientos médicos necesarios para curar al paciente y, después, iniciar el ejercicio apropiado y dirigido a reducir el riesgo de padecer futuros episodios dolorosos”. Tampoco estaría indicado en pacientes que padecen otras enfermedades que les impidan hacer cualquier ejercicio tales como “patologías cardíacas graves u oncológicas en tratamiento en las fases en las que el agotamiento inducido por la quimioterapia se lo impide”, concluye el experto.
Por JAVIER AGUADO 31 de mayo de 2021
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